Desembarco del Rey, capital y escenario de juego

Construida sobre las colinas de Aegon, Visenya y Rhaenys, Desembarco del Rey debe tan peculiar nombre a las circunstancias en se produjo su fundación: "El Conquistador", venido de Rocadragón, decidió levantarla en el lugar donde pisó por primera vez el continente. Luego, a modo de intimidación, mandó forjar el Trono de Hierro con las espadas fundidas de quienes le habían combatido. Conservó, eso sí, algunas esquinas y puntas afiladas; "un monarca jamás debería sentirse cómodo en su asiento".

Desde entonces, además de superar en tamaño a cualquier otra ciudad ponienti, se ha mantenido como el centro neurálgico de los Siete Reinos, y no sólo a nivel político y militar, sino también económico. Por si fuera poco, este bullicioso nido de oportunidades ocupa un lugar de lo más estratégico, con el Camino Real al norte, el de las Rosas al sur y el Dorado de este a oeste.

Hay siete entradas que comunican la capital con el exterior, siempre vigiladas por los llamados Capas Doradas, la guardia de la ciudad. Suelen permanecer abiertas, siendo los tiempos de guerra una obvísima excepción.

- La Puerta del Río (o del Lodazal): a orillas del Aguasnegras, resulta la mejor elección para cualquiera que se dirija a los muelles. Es, sin duda, la más transitada de todas.

- La Puerta del Rey: situada junto al río, separa la ciudad de los vendedores de pescado. Da, además, a una enorme explanada en la que se celebran ferias y torneos.

- La Puerta del León: supone el comienzo del Camino Dorado, que conduce a Lannisport y Roca Casterly, en las Tierras de Occidente.

- La Puerta de los Dioses: próxima al Gran Sept de Baelor, está ornamentada con imponentes y soberbias esculturas de las deidades ándalas. Sus ojos parecen observar a los hombres y mujeres que pasan junto a ellas.

- La Puerta Vieja: se construyó en tiempos de Aegon I; protege una de las zonas más ricas de la ciudad.

- La Puerta del Dragón: atravesando el muro oeste, es otra de las de mayor antigüedad.

- La Puerta de Hierro: es la que lleva a Rosby y Stokeworth, al norte.

- Barrio de Pescadores: se extiende desde las orillas del Aguasnegras hasta la bahía en que éste desemboca, fuera de los muros de la ciudad (a excepción de una concurrida plaza, más allá de la Puerta del Lodazal, donde los comerciantes se dedican a la venta de alimentos venidos del mar). Es una zona tumultuosa y maloliente, conocida por su actividad mercantil, en la que cientos de casuchas se aprietan las unas contra las otras, cerca de las variopintas embarcaciones que amarran en el muelle.

- Las Tres Colinas: a medida que se asciende por ellas, la suciedad y la pobreza van desapareciendo en pos del hombre poderoso.

La Colina de Aegon es, desde luego, la más alta del rocoso trío; desde ella es posible contemplar el total de la ciudad, así como la imponente bahía que devora sus costas. No es de extrañar, pues, que aquí se encuentre la Fortaleza Roja, es decir, el palacio real.

Más lejos, La Colina de Vysenia carga con el incalculable peso del Gran Sept de Baelor, siempre reconocible con sus siete torres acristaladas y la enorme plaza de mármol.

En tercer lugar, y no por ello menos llamativa, La Colina de Rhaenys soporta las ruinas del gran Pozo del Dragón, otrora un inmenso anfiteatro abovedado.

- El Lecho de Pulgas: bajo la Calle de la Harina, es el hogar de los menos pudientes en la capital. Por el día, establos, pocilgas, tenerías, tiendas de alimentos, etc. llenan las calles con una penetrante mezcolanza de aromas nauseabundos; de noche, los comercios dejan paso a tabernas, prostitutas y ladrones. Se trata de una zona laberíntica y sin pavimentar, plagada de inclinados edificios destartalados que impiden que el sol llegue al suelo siquiera durante el mediodía.

La mayoría de ellas son caminos de tierra embarrados, de modo que cualquier lluvia insistente puede convertir Desembarco del Rey en un inmenso pantano. No obstante, las más anchas y las plazas, sobre todo en las zonas ricas, tienden a recubrise de guijarros, piedra e incluso ladrillos y adoquines. Siendo esto último una excepción, el pesado tráfico de la ciudad provoca que incluso el desplazamiento más corto lleve mucho tiempo.

- El Garfio: una amplia avenida sinuosa que parte del Lodazal y llega hasta la Colina de Aegon y la Fortaleza Roja.

- La Calle del Lodazal: comunica la Plaza del Pescado con el centro de la ciudad, siempre recta.

- El Paseo del Río: va de la Fortaleza Roja a la Puerta Real, pasando por la Puerta del Río.

- La Calle del Acero: comienza en la Plaza del Pescado y describe una trayectoria diagonal hasta ascender por la Colina de Visenya. A mayor altitud, mejores son las armerías que la bordean.

- La Calle de las Hermanas: amplia y privada de curvas (o, al menos, tal cosa aparenta), permite llegar a Pozo Dragón desde el Gran Sept de Baelor.

Secundarias
(más estrechas que las anteriores)

- La Calle de la Harina, con decenas de panaderías.

- La Calle de los Hojalateros.

- La Calle de la Seda, plagada de burdeles.

- La Calle de las Semillas.

- El Callejón de la Anguila, en la Colina de Visenya.

- El Callejón de la Comadreja.

- El Callejón del Cerdo.

- El Callejón Sombranegra, de la Fortaleza Roja al pie de la Colina de Aegon.

- Panzapuerca, una de las más pobres de la ciudad.

- La Fortaleza Roja

- El Gran Sept de Baelor

- Pozo Dragón

Los Capas Doradas, llamados así por el color de los mantos que cuelgan tras sus espaldas, se encargan de aplicar la ley vigente dentro de los límites de Desembarco del Rey. Con el cuerpo oculto bajo negruzcas cotas de malla, su día a día consiste en investigar e impedir robos, asesinatos, revueltas, incendios, etc., aunque en caso de asedio también pueden llegar a actuar a modo de ejército. Ciertos nobles (o ricos mercaderes, en menor grado) tienden a contratarles como escolta cuando sienten que sus vidas están amenazadas, si bien ésta no es de ninguna manera la tarea que se les ha asignado.