Bajo el Trono de Hierro
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Ser Richard Edwin (Ulquiorra Schintauer)

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Mensaje  UlquiorraSchintauer Vie Nov 12, 2010 11:30 pm

Datos del personaje:

Nombre del jugador: Ulquiorra Schintauer

Nombre del personaje: Ser Richard Edwin

Edad: 17

Ser Richard Edwin (Ulquiorra Schintauer) Kamijobykazuosama

Familiares:

Padres: Ser Dongal Edwin (muerto) - Lady Adalaïs Oswain

Hermanos: Ser Brandon, Lady Marian

Primos: Ser Oriel Edwin (muerto), Ser Aed Edwin, Lady Rian, Lady Alia, Dermod Piedra (Hijos de Lord Berach Edwin y Lady Aenor)

Lady Shivanne, Ser Morgh, Ser Morish (Hijos de Ser Den Edwin y Lady Lisa)

Historia:



Quizá el gran Jon Arryn emprendió la gran empresa de plasmar en interminables y amarillentas paginas su vida, por la única razón de que no fuese olvidada, manteniendo así su nombre y espíritu vivo entre las vidas mortales, hasta que un día la caída de los astros anunciaran el fin de toda era. Quizá el gran Arryn pensó que había sido un hombre ejemplar, digno de ejemplo, si, y por ello, toda criatura debería conocer su paso por el mundo mortal. Quizá Richard, perdón, mi amo y señor Ser Richard Edwin emprendió la misma gran empresa, para ascender sobre los cielos, dejando en la eternidad del terrenal mundo su nombre, si algo lo caracterizaba, era aquel horrible amor propio, que solo lo llevo hasta la perdición. ¡Cuantos enemigos ganó! Cuanto odio, así acabó, sin nombre que recordar, sin amarillentas paginas que sobrevivieran a los astros, cenizas tan solo de una vida.

Yo, que a mis sesenta y dos años he sobrevivido a la caída de muchos astros terrenales, astros como Aed, como Brandon, como Richard... Yo, pues habiendo sobrevivido, me siento obligado a narrar todo lo que en vida de mi joven amo acaeció, pues sin duda, mi vida no fue mas que una pequeña porción de la vida de otro hombre, la vida de Ser Richard Edwin.

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Nieve, inexpugnable fortaleza, la alta torre que sobre los cielos albergaba en sus entrañas la vida y el bullicio de los Edwin, Nieve, que en el extenso valle, en lo alto de las montañas, daba paso al majestuoso Pico de Águilas.

Aquella noche los gritos de dolor de la mujer despertaron a medio servicio, las doncellas correteaban de arriba abajo, apuradas, portaban paños húmedos y tinajas con más agua templada, el parto estaba siendo asistido por un septim que residía en la propia fortaleza. Se había perdido la cuenta de las horas que estaba durando el parto del nuevo miembro de la familia, antes de nacer, Richard ya estaba dando problemas. "¡El niño viene del revés!" Gritó una de las doncellas alarmada por el dificultoso transcurso del parto. Los rezos hacia la nueva criatura que venia al mundo se intensificaron, la tensión de la familia, de la casa entera también aumentaba tanto como los rezos, ninguno sabia, ni podía prever como iba a terminar aquella noche.

Casi un par de horas después, una de las doncellas, albergando en sus ojos aun los restos de un largo llanto se acercó a su señor, que sostenía en brazos a su otro hijo, su primogénito, Brandon Edwin. “Ser... aunque con dificultad, el bebe ha nacido sano” alcanzó a decir la doncella, sus palabras surgían con torpeza, el estrés y la alegría se amontonaban en ella.

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Aun recuerdo mi llegada a Nieve, recuerdo como me estremecí, no solo por el frío que azotaba aquellas montañas circundantes al valle y se internaba en mis huesos mientras caminaba, al ver aquella torre, aquella fortaleza. Ser Edwin cabalgaba ante nosotros, guiando la caravana en la que me encontraba para llevarnos a la que seria nuestro nuevo hogar, me acerqué al lado del pequeño carro que llevaba mis escasas pertenencias mientras me acomodaba la vieja piel de lobo desgastada, había sido un largo viaje desde las lejanas tierras de Dorne, aun hoy, a las puertas del fin de mi vida me pregunto porque acepté aquel escaso precio por servir a aquella casa, sin embargo en los azulados ojos pintados del pálido rostro de aquel caballero de dorada melena, vislumbré un futuro mejor para mi. Se que acepté ser un simple regalo para un joven estirado, recién nombrado caballero, Ser Richard, que por aquel entonces no debería tener mas de dieciséis años, pero aun así seria una vida mas digna, que mi vida como mozo de cuadras en Dorne.

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“¡Corra Richard corra!” dijo Allan mirando como su amo se iba quedando rezagado al resto. Los bandidos los llevaban siguiendo durante al menos media milla, y aun estaban muy lejos de Nieve, Richard sabia moverse por aquellos bosques, pero no tanto como sus asaltantes, una siseante y fugaz saeta rozó su rostro vibrando violentamente hasta internarse en el cuello del corcel de Allan, la caída fue brusca, el fornido hombre rodó por el suelo, un intenso chasquido quebró su cuello al impactar en el suelo, la larga y mellada espada del hombre voló hasta quedar tendida en el suelo como el cuerpo de su portador. Richard bajó de su caballo, craso error, las flechas pronto alcanzaron también a su animal que en una mezcla de relinchos y bufidos quedo inerte y muerto junto a su jinete. El joven Edwin sentía la tierra vibrar por el cabalgar de los bandidos, se acercaban muy rápido, no deberían estar a mas de cien pasos, Richard tomó un segundo para mirar a Allan que seguía sin moverse, claramente había muerto, aun no manejaba como debía una espada, pero sin dudarlo corrió hacia la espada mellada de su guardia y siervo y esperó allí, bajo la intensa nevada a aquellos ruines y sanguinarios bandidos que se acercaban a el. El sonido de los cascos cesó, y dio paso al inconfundible sonido de una espada desenvainándose, al fin los tenia ante el, eran tres, tres salvajes de las montañas, a diferencia del aspecto juvenil y frágil de Richard, aquellos hombres eran toscos, de pieles curtidas por el intenso frío, sus cuerpos, a ojos de Richard inmensos, estaban ocultos bajo capas de oscuro pelaje, seguramente de algún oso. La espada temblaba en sus manos, sus piernas estaban rígidas y clavadas en aquel punto, tenia la mirada fija en los tres hombres que se acercaban con sus aceros en ristre, reían, se mofaban de aquel joven iluso que se había detenido ante ellos, ya no podían alcanzar su botín, las cinco yeguas que aquel grupo de nobles seguramente llevaban a sus casas, al menos, se divertirían torturando y masacrando el endeble cuerpo del insensato muchacho.

El cruce de espadas fue inminente, para asombro de los otros dos bandidos que dejaron que aquel que parecía su líder disfrutara de su presa, el joven Edwin se defendió de los fuertes golpes del salvaje. A pesar de que el miedo asolaba el cuerpo de Richard, este se movía con elegancia y agilidad, esquivando cada uno de los golpes de mandoble de aquel fornido bandido, finalmente, armado de valor, desprendiendo adrenalina por cada uno de sus poros, dio el golpe final a su asaltante. Atónitos y llenos de ira por la perdida de su compañero, ambos bandidos se lanzaron a la vez hacia Richard, seguramente, este era el final de la corta vida del mas pequeño de los Edwin.

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A pesar de que mi relación con mi nuevo señor no era mas que simplemente un eterno servicio, de vez en cuando Ser Richard me concedía momentos de larga conversación. Aunque en Dorne no era mas que el cuidador de los establos de otro señor, había podido acceder al arte de la lectura y la escritura, por lo que supongo que Ser Richard me veía como alguien medianamente inteligente, y porque no, interesante. Nuestras conversaciones versaban sobre el cultivo de la tierra, sobre caza, sobre ganadería, aunque también muchas otras veces el arte tenia lugar en nuestras charlas. En Dorne había conocido a algunos juglares, y si algo teníamos en común mi señor y yo, era el aprecio por el arte escrito. Sin embargo, en mas de una ocasión, cuando Richard había bebido mas de lo debido, nuestras conversaciones se centraban en un tema bastante peliagudo para mi, se sentía menospreciado entre su propia sangre, cada vez que bebía, me contaba cuan humillado se sintió el mismo día por el cual fue nombrado caballero, entre los balbuceos de un hombre ebrio pude advertir odio hacia su propia casa, en especial hacia su primo y seguramente heredero de toda la casa Edwin, Ser Aed Edwin.

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Solo un bandido quedaba en pie, la ira aumentaba en aquel salvaje, aun no podía creer como un simple muchacho había podido acabar con la vida de su hermano, sin embargo se sentía aliviado, pues aquel Edwin yacía en el suelo, sangrando en grandes cantidades, iba a ser una venganza fácil, una venganza aun así justa, por un puñado de yeguas había perdido a su hermano y a un gran amigo, habían caído a manos de un asqueroso y endeble muchacho. Levantó su espada y miró fríamente al asesino de su compañero, solo vio una rata sangrante, que intentaba alejarse por salvar su insignificante existencia, iba a pagar, iba a acabar muerto en aquel claro, era justo.

Cuando la hoja bajó sentenciando el fin de Richard, el brillante filo de la hoja de su primo se interpuso. Como un ángel guardián, Aed había aparecido, y había salvado de la segura muerte a Richard, acabó con extraña facilidad con la vida del iracundo bandido y se acercó a su primo, le tendió la mano y lo levantó con cuidado, pronto llegaron otros hombres que atendieron al muchacho, la herida no era mas que un escandaloso corte, sobreviviría.

Se celebraron los actos funerarios de los caídos aquel día, por suerte, las yeguas que habían comprado llegaron a Nieve sanas, con no mas que un par de rasguños al correr algunos metros entre la maleza de los bosques. Cuando los días de luto, escasos comparados con la muerte de algún miembro de la casa con el apellido de esta, pasaron, Richard fue llamado a la gran sala central de Nieve. El hermano de su padre, su tío, tomó una espada, y ante la mirada del resto de su familia, decretó, que su comportamiento ante los bandidos, y su labor de traer sanas y salvas las compras de caballería de la casa, le hacían merecedor del titulo de Ser, ante la desaprobación de algunos, y la alegría de otros, Ser Richard Edwin fue nombrado caballero, y digno de llevar en sus manos el escudo con el blasón de la familia, sobre un fondo azur un gran sol dorado y una alta torre. “Sobre los cielos, Ser Richard Edwin.”

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Hoy, segundo día de luto de mi señor Ser Richard empiezo a recordar nuestras vidas, quizá nunca lo admiré lo suficiente, pues no creo que fuese digno de admirar, pero sin duda, es digno de que su vida sea narrada, pues como ya he dicho, sin su vida, la mía nunca hubiese tenido sentido.

Yo, Raymond plasmaré en amarillentas y viejas paginas nuestras vidas, yo, que a mis sesenta y dos años he sobrevivido a la caída de Ser Richard Edwin.

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El amanecer bañó los helados picos y laderas que rodeaban el valle de Arryn, los dorados y purificantes rayos de la mañana atravesaron las anaranjadas cortinas de la gran y cavernosa estancia, inundando los aposentos de Richard con un aura pacifica, de impresión divina, un halo que desde las paredes descendían hasta la mirada del muchacho. Era esa hora, única y totalmente suya, cuando el espíritu se siente renovado, cuando un renacer llega con la luz de la mañana, así lo pensaba. Entre las gruesas y suaves telas que formaban un cómodo y cálido lecho se encontraba inerte y evadido Richard, con la mirada fija en el gran retrato de su madre, que custodiaba toda la zona; una imagen donde descansaba el rostro de una mujer de facciones de impresionante belleza, una faz de marmórea blancura, donde en algunos puntos perdidos en aquel mar de palidez se mostraba un pigmento rosado, el fuerte carmesí de sus labios, de fuego ardiente como los que antaño fueron sus besos, dotaba a la imagen de un poder embelesador. Con pereza Ser Richard se levantó, posando sus descalzos pies en las bellas y grandes alfombras, los colores, apagados tras el paso de tantos pies sobre ella, se fundían en difusas e incontables formas. Sus dedos rozaron las columnas con diversos grabados que rodeaban las ventanas, pasando a través de las anaranjadas cortinas de la gran y cavernosa estancia.

El vuelo de las águilas, que extendiendo sus alas daban su cordial y firme saludo a una oscurecida y matutina estrella, un sol que en aquel lugar no podía mas que atenuar el implacable frío. Una danza que se perdía en la lejanía, internándose en un cielo brillante que mostraba la mezcla azulada y purpurea del abandono de la nocturnidad. En su mente, en sus pensamientos, Richard era un águila mas, un águila que sobre los cielos observaba con superioridad la ignorancia de los seres inferiores que incluso con el se codeaban, no era una desdicha permanecer entre cegadas y necias mentes, era un don, un regalo, un mero reflejo de su verdadera naturaleza, y no había nada en el mundo que le revitalizara mas que pensar en ello.

Con pesadez las puertas cedieron dando paso al gran balcon de piedra maciza, la barandilla, ornamentada con diversas imagenes talladas en la piedra, protegia al invitado a ese espacio de una gran caida a un inmenso vacio. Una rafaga de viento, se clavó en sus ojos como frias y afiladas dagas, reprimió las lagrimas que surgieron a pesar del frio. Aun descalzo avanzó hasta el borde del balcon, se asomó, casi sacando medio cuerpo fuera, notando la ingravidez que producia la vista.

Tras las anaranjadas cortinas Raymond observaba a su amo, sosteniendo en sus manos las ropas limpias y suaves que aquel dia habia pedido Richard expresamente, eran ropas de montar, calidas, pero sin ser pesadas, daban un perfecto confort, y una movilidad bastante decente para el proposito para el que habian sido tejidas. Cuando el siervo llamó la atencion de su amo, este perdio toda la tranquilidad y paz de la que habia estado gozando en su solitaria hora divina.

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No era apropiado lo que mi señor sentia por su propia sangre, aquella muchacha, Rian, despertaba en el al hombre que aun no habia dejado surgir, solo alguna vez lo mostró con alguna campesina en secreto, en algun establo donde desde las sombras velaba y observaba con la perversion que conlleva aquellos intimos y sucios momentos.

Cada mañana la observaba desde el balcón, y como siempre, me quedaba esperando a que reaccionara en silencio, desde la lejania, pues no habia cosa que mas odiara que molestara sus pensamientos y deseos. No queria mas cicatrices en mi rostro.

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- ¿A desembarco del Rey? - preguntó Richard a su, a estas alturas, fiel servidor.

- Asi lo ha comunicado Ser Aed, partiran esta misma tarde, todo esta preparado para la partida. - Respondió con suavidad y cautela Raymond, temiendo la ya mas que visible reaccion del joven Edwin, pues su rostro sonriente habia cambiado radicalmente, mostrando una seria y fria expresión.

- No se me ha informado con anterioridad, ¡no me dara tiempo a prepararlo todo para partir con ellos! - Richard se giró hacia los ventanales del balcón, bajó la mirada al suelo en silencio, solo exhalando un gran y sonoro suspiro, el bochorno se cebaba en él.

-Me he tomado la molestia de preparar a Aníbal1 para la marcha... - Raymond no pudo terminar sus palabras, los gritos de Ser Richard lo silenciaron violenta y repentinamente.

- ¡No ire con ellos! Estoy harto ya, hastiado de las miradas de superioridad, hastiado de la opinion sobre mi nombramiento como caballero, harto de ser menospreciado.

- Ser, calmese por favor, comunicare al resto su decisión. – Aunque ya sabia que era tarde, la casa se habia puesto en marcha, sus primos, incluso su hermano ya habian partido esa misma mañana. – No tardare en traerle respuesta Ser Richard.

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Pocas veces viajé con tan riguroso silencio, apenas eramos un grupo de cinco personas las que seguimos el rastro de los otros miembros de la casa, la marcha la dirigia un Richard de lo mas indignado, enfundado en una brillante armadura con zafiros engarzados y alguna que otra ostentosa decoracion de lapislazuli, nose que brillaba mas, si cada una de las joyas que portaba, o sus ojos fieros que ardian por la ira contenida en un intenso azul electrico.

Muchas cosas cambiaron ese dia, los pensamientos cada vez mas soberbios, los sueños que conllevaban traiciones aparecian en la mente de mi señor, y cada dia que pasaba me narraba lo que sentia, siempre temi que conocer tales secretos no me conllevarian mas que una horrible y lenta muerte por traicion a la casa. Creo que nunca mas volvi a conciliar el sueño.


Última edición por UlquiorraSchintauer el Vie Sep 09, 2011 5:43 pm, editado 3 veces

UlquiorraSchintauer

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Ser Richard Edwin (Ulquiorra Schintauer) Empty Re: Ser Richard Edwin (Ulquiorra Schintauer)

Mensaje  Helena Lun Nov 15, 2010 4:16 pm

Me ha encantado la forma de describir al personaje... Enhorabuena.
Helena
Helena

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Ser Richard Edwin (Ulquiorra Schintauer) Empty Re: Ser Richard Edwin (Ulquiorra Schintauer)

Mensaje  Viviii Mar Nov 16, 2010 7:59 pm

Ese primo!! Smile una narración genial.
Viviii
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Ser Richard Edwin (Ulquiorra Schintauer) Empty Re: Ser Richard Edwin (Ulquiorra Schintauer)

Mensaje  UlquiorraSchintauer Vie Sep 09, 2011 5:37 pm

Bueno, actualizo la historia, nose porque razón la que habia posteada no estaba completa, ahora si, ya esta añadido lo que faltaba. Un saludo!

UlquiorraSchintauer

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Ser Richard Edwin (Ulquiorra Schintauer) Empty Re: Ser Richard Edwin (Ulquiorra Schintauer)

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